Luna Luna y sus secuaces

De escalones, torpezas y tropiezos. Érase una vez mi conciencia, perdida en un mar de inquietud emocional

Lamento comunicarle que padece usted una extraña enfermedad. De los pocos casos que conocemos, puedo decirle que a partir de ahora no podra ver nunca más la televisión.

La mujer, abatida, caminó hasta su casa, y al entrar vió la inanimada caja que ahora yacía como en lecho de muerte en su salón.

Desesperada cogió el mando, pulso el botón y allí se quedó absorta como si nada de lo que había pasado fuese cierto.

Y poco a poco se le formó una costra en los ojos y se quedó ciega.

Ojalá todos estuvieramos enfermos.

1 comentarios:

siento diferir...pero si todos estuviésemos enfermos,¿quién leería todos tus relatos?Por que al fin y al cabo ésta es otra caja tonta. Con más opciones eso si.

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